Apricity

Una despedida

Hace tiempo que no actualizo este espacio como solía y contrario a lo que pensaba hacer en un principio, no vengo a disculparme ni a excusarme. Estoy aquí para hablar en más detalle de uno de los episodios más tristes de mi vida.

Mi vida dio un giro de ciento ochenta grados meses antes de empezar dos mil trece. Con la llegada del frío se asentó en mi interior un malestar y un pesimismo terrible, cuyos destrozos no han sido manejables hasta hoy. Entorno a esas fechas creé Jardín de Invierno (hoy, Aprecity), un espacio dedicado a escupir y vomitar mi dolor, en un intento desesperado por plasmar y así ordenar y entender mis sentimientos entorno al mundo y a mi misma sin hacer ruido. Como se suelde decir, ha llovido mucho desde entonces y el tiempo ha llevado consigo algunas enseñanzas. La primera es que no soy de letras y apenas entiendo de idiomas, pero me gusta hablar conmigo misma como si alguien más pudiera escuchar, porque le da un efecto más cinematico y entretenido a mi vida a la vez que me distancia de los sucesos en ésta. La segunda está relacionada con haber hallado un poco de paz en mi cabeza, algo que requiso más esfuerzo del que fui consciente entonces, un ingreso hospitalario, varios viajes a urgencias y casi dos años de terapia en un hospital de día. Y era a este segundo punto al que quería llegar hoy, así que disculpad la introducción pero, al contrario que en la ficción, en la vida las historias y eventos no tienen inicios ni finales tan claros ni satisfactorios.

A los catorce años intenté matarme. Llevaba mucho tiempo arrastrando un dolor que devoraba y anulaba mi persona, me encontraba cansada, perdida y atrapada en un circulo de insatisfacción constante, sin poder avanzar ni volver atrás. Cuando hablamos de depresión la gente tiende a imaginarse algún tipo de insecto que se mete en nuestra cabeza y nos devora hasta la desesperación, yo no lo viví del todo así. Recuerdo ser bastante consciente de que una parte de mí se estaba marchitando, de que el mundo perdía color con el paso de los días. El caso es que a los trece rompí con mi de un modo precipitado y decisivo y pese a ignorar por más de un año todo indicio de que algo fallaba llegó un punto en el que no pude contener el huracán que se habían vuelto mis emociones, sucumbiendo así bajo una versión caótica, imprevisible, emocional y herida de mi misma. Tras aquello me recuerdo en un estado de desesperación, tristeza y rabia alarmantes desde los quales apenas puedo reconocerme en la actualidad. Fue rozando los quince que la cuerda floja sobre la que había estado andando cedió. Mi poca cordura se fue con ella y sin los recursos emocionales ni la experiencia necesaria para poder hacer frente a la que se había vuelto mi vida, me encontré (o más bien me sentí) atrapada entre la espada y la pared.

Recordar todo lo sucedido entonces me angustia bastante. Siempre he sido una persona emocional y "demasiado sensible" pero los últimos años han sido mucho más que eso. Después de aquello empezó un lento proceso de terapia para el cual tuve que dejar el instituto. Realmente no sé describir cómo fue todo el proceso, pues soy incapaz de distinguir el límite entre lo que realmente ayudó la medicación, el apoyo de los psiquiatras, psicólogos y enfermeros y lo que llegué a hacer yo por mi misma... Pero, lo importante, es que se produjo un cambio; en mi forma de ver el mundo, de enfocar las cosas, de ver mis metas y luchar por aquello en lo que creo, en mi forma de frustrarme, exigirme y sacrificarme por lo que me importa. ¿He ido entonces "a mejor"? No lo sé, mi familia dirá que sí, porque hablo más y soy capaz de ir al instituto sin que me de una ataque de ansiedad, pero yo creo que hay mucho más a valorar. Y es que con esta entrada no pretendo hacer creer a nadie que el mundo es un lugar maravilloso, que vivir me resulta un placer inmenso y que mi vida ha dado un giro argumental y me siento día y noche en la cresta de la ola... Lo que quiero decir es que se puede vivir y hacer camino sin ser quienes habiais planeado y sin aquellos con los que lo habiais planeado. Que he aprendido a rechazar la felicidad vacía y estereotipada de la que tanta propaganda me hicieron y ahora la busco más humilde, menos ambiciosa, y más personal. Hay muchas formas de ser feliz y, de hecho, hoy estoy escribiendo esto porque me siento llena y libre por poder ver con más claridad que entonces.  

Me apetecía compartir esta "etapa" antes de ponerle punt y final, pues no me parece que haya nada de lo que avergonzarse y menos que censurar. Es más, hace tiempo que quiero hablar del tema. He visto demasiada gente que no se dedica ni un segundo al día e insatisfecha consigo misma, para no darles a estos asuntos la importancia que merecen y creer que el silencio entorno a ellos lleva a algún lugar.  

Como iba diciendo, solo quería poner un punto a esta fase, cerrar por fin la puerta y hacerme saber, cuando vuelva a nublarse y no vea la grieta por la que entra la luz, que he estado aquí y no hay nada que temer. Tal vez más adelante, cuando encuentre las palabras, decida entrar en detalles. Hoy me conformo con haceros saber que lejos de aquí, en algo parecido a un universo paralelo, me imagino a mi yo de catorce años logrando quitarse la vida; arrebatándose cualquier posibilidad de mejora y privándose de todo lo que hoy me queda por vivir. Me conformo con haceros saber que se me rompe el alma porque no tuvo ni tendrá la oportunidad de recolocarse las entrañas ni de coserse las heridas, porque nunca sentirá la paz que hoy tengo ni podrá deciros que si hay vida, hay esperanza

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